Por: Federico Gómez

“Mi papá vivía en las afueras de Medellín y yo me subía con él en el Land Rover viejo que tenía. Esos treinta minutos entre salir de Medellín y llegar a la casa eran para mí los mejores de la vida, el momento de intimidad más grande entre él y yo”, recuerda la directora Laura Mora. “Para él todos los seres humanos eran iguales, era muy insistente en el hecho de que nadie elige donde nace. ¿Por qué vas a estar excluido o vas a tener un sello por nacer si eso es el azar? Esa horizontalidad era muy importante”.

El hombre inteligente y sensible, del que su hija dice que “podía tener todas las edades”, es el origen de Matar a Jesús, una de las películas más impactantes y conmovedoras que se han estrenado en el país en los últimos años. “Él me dejó la capacidad de escribir esta historia. Por eso digo que es una gran carta de amor a mi papá y a la falta que nos hace, que eso siempre está ahí, y también a la familia que ha resistido”.

 “Mi papá es el papá de muchos”

El asesinato de su padre en el fatídico octubre de 2002 dejó, naturalmente, heridas profundas en Laura y su familia. Ella, todavía en medio del dolor y del aturdimiento, se fue a vivir a Australia a una realidad completamente diferente. Allí, dos años después, soñó que estaba en un mirador y un joven le decía: `yo me llamo Jesús y yo maté a su papá´. Esa noche escribió de golpe y sin saberlo, solo como paliativo para su dolor, sesenta páginas que llamó Conversaciones con Jesús. La catarsis vino a su tiempo de la mano de la historia.

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Dieciséis años después, con 37 años, Laura asegura que el tiempo le ayudó a entender qué sería autobiográfico en la película y qué no. “Yo nunca estuve al lado de mi papá cuando lo mataron ni conozco al sicario. ¿Qué hay de autobiográfico? El dolor de esa familia, una mamá que se ausenta por la violencia y pierde el amor de su vida, un hermano que le toca tan joven asumir el papel de papá, una hija que está desvinculada de la vida, que está acelerada y que no solo quiere matar, sino que quiere matarse y ese conocimiento profundo de la ciudad que yo tengo y que comparto con ese personaje”.

Finalmente, lo fundamental para Laura fue entender que “lo más importante es sobrepasar la anécdota, que mi papá es el papá de muchos y que esta no es solo mi historia, es la de un montón de gente”.

Luego vino la parte más complicada: traer a la tierra. “Para mí fue muy duro, yo casi me muero en ese proceso de escritura”, dice. Para esta etapa, en la coescritura del guión, contó con el apoyo de Alonso Torres. “Sin Alonso esta historia no existiría. A él le mataron a un hermano entonces nos encontrábamos en ese dolor. Pero además, tenemos una relación y una curiosidad por el ser humano muy parecidas. Él era el que me ayudaba a encontrar la ficción y a separarla, y a soportar mis caídas”, cuenta Laura.

Una visión íntima de la violencia

“Todavía hay un discurso muy fuerte acá de `¿por qué seguimos hablando de la violencia?´. Pero siento que lo que pasó en Cartagena (donde la película ganó el Premio del Público) y lo que ha pasado alrededor de la gente que ha podido ver la peli, es que muy rápidamente pasan ese discurso y entienden que hay una reflexión sobre la empatía, sobre ponerse en el lugar del otro”, reflexiona Laura.

El resultado, finalmente, sobrepasa el contexto y el acto violento del homicidio, y se convierte, según su directora, “en un drama íntimo sobre la violencia”. Ahí la mirada cambia completamente. “¿Cómo retratar esos detalles que hablan de una sociedad muy violenta e indolente desde la intimidad y la soledad? La gente nunca piensa en ese duelo interno, cómo todo el mundo siente el mismo dolor, pero se relaciona con ese dolor desde lugares tan distintos”.

Laura Mora, directora de Matar a Jesús. Fotografía: Julián Gaviria
Laura Mora, directora de Matar a Jesús. Fotografía: Julián Gaviria

“Tenemos miedo a dejarnos seducir por el enemigo”

Natasha Jaramillo y Giovanny Rodríguez, los protagonistas de Matar a Jesús, nunca tuvieron acceso al guión. Laura Mora tomó la arriesgada decisión de rodar cronológicamente e ir revelando, a medida que transcurría el rodaje, qué estaba por suceder. “Lo que hice fue leerles la historia como si fuera un relato, y el dilema ético y moral que planteo en la película se acrecentaba cada día en ellos y en todos los que estábamos detrás”. Esa fue la manera más efectiva de lograr las interpretaciones auténticas, intensas y profundas que caracterizan el filme.

“Giovanny conoce muy bien ese mundo, digamos de la maldad, pero reconoce su bondad. Natasha nunca ha vivido una tragedia como esas, pero tiene la sensibilidad hacia un país, hacia la violencia y podía habitarla de esa manera, pero también se debate en la contradicción de decir `yo sería capaz de matar a alguien´, cuando ya la violencia te lleva al extremo.

No hay buenos y malos, y esa gran contradicción es lo fascinante del ser humano. Todos tenemos un asesino adentro y lo que hacemos es pasarnos la vida conteniéndolo”, concluye.

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Uno de los elementos que más confrontan al espectador, es la extraña dinámica de seducción que se construye entre Paula y Jesús, dos personajes que, en el papel, deberían ser enemigos. “Toda la historia de Colombia es como la historia de una gran venganza, entonces hay unos odios heredados y uno nace con enemigos”, explica Laura. “Desde chiquito alguien te dice quiénes son tus enemigos. Y tenemos un miedo horrible a dejarnos seducir por ese enemigo. Y cuando digo seducir no hablo en términos de lo erótico, hablo en términos de las ideas. Porque si de pronto nos dejamos seducir por una idea o tenemos algo en común con ese enemigo, pues deja de ser el enemigo”, complementa.

La belleza de la muerte

En términos de estructura narrativa, Laura asegura que “es una película muy clásica, porque también es muy personal”. No obstante, a través de varios elementos construye la poética interna de los personajes. “¿Cuánta belleza hay en esos riesgos y en esos manes picando con la novia atrás, sin casco? ¿Si me entendés? Yo me di cuenta que quería explorar lo poético relacionado con esta cosa tanática que tenemos acá, que siempre es como una pulsión a muerte todo el tiempo en cosas muy bellas: en las bicicletas sin frenos, en las motos, en la fiesta”.

Nan Goldin, Gordon Parks y  Bruce Davidson, fotógrafos documentalistas de finales de la década de los setenta, fueron una primera referencia fundamental al momento de abordar la estética y fotografía de Matar a Jesús. “En su trabajo, estas fotos hipernaturalistas, vos sabes que estos personajes están siendo impactados por un contexto muy importante en particular que los afectaba directamente, pero hay una intimidad”, expresa Laura. Las fotos de los amigos con sida de Goldin, la visión de las negritudes de Parks y los punkeros de Davidson trascienden, al igual que los personajes de la película, el estereotipo y las circunstancias sociales que los rodean.

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Con ese punto de partida, la directora y el australiano James Brown, director de fotografía, comenzaron su búsqueda. “James vino muchas veces antes de rodar la película y lo que hacíamos era irnos a las locaciones, pero no hablar de planos. Hablábamos de situaciones, de política, de sensaciones, de arquitectura. Y poco a poco fuimos descubriendo quién nos iba a marcar más el camino de referencias estéticas”.

“Queríamos ensuciar mucho la imagen. A mí me choca mucho que lo digital es muy cosmético, entonces trajimos unos lentes de Súper 16 muy viejos de México y rodamos la película casi toda en dos lentes 35 y 50. Además, teníamos unas normas: la cámara nunca la anticipa a ella, la cámara solo se mueve cuando ella se mueva, la cámara es ella. Que el pacto ficcional es que, para el espectador, el punto de vista ético sea un poco el punto de vista de ella”.

“Historia de reconocimiento y resistencia”

Aunque reconoce y le alegra el hecho de que la gente se haya apropiado de la película y construya sus propias conclusiones, Laura es clara al expresar la postura ideológica de Matar a Jesús. “Yo no me meto mucho con el tema del perdón porque me parece muy íntimo.

Más bien pienso que es una historia de reconocimiento y resistencia. Reconocimiento del otro y de resistirse a ser violento. Ella reconoce que él ha sido utilizado también por un aparato criminal y que los dos son víctimas de la misma mierda”.

La invitación, finalmente, es que no pierdan la oportunidad de disfrutar en las salas de cine de Matar a Jesús, una historia conmovedora y potente; el gran trabajo de un tremendo equipo que superó las dificultades para parir, como lo describe su directora, una “hija de la guerra”, una película necesaria de la que nos sentimos orgullosos.

Laura Mora es integrante del Centro Audiovisual Medellín. *Matar a Jesús estrenó a nivel nacional el 8 de marzo del 2018, fue producida por 64 -A FILMS (Colombia) y AZ FILMS (Argentina), contó con la participación de Caracol Televisión, Dago García Producciones y Cine Colombia; y con el apoyo del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico de Colombia, el INCAA, Ibermedia y la Comisión Fílmica de Medellín. Ventas internacionales a cargo de Latido Films.

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